domingo, 3 de diciembre de 2006

Es despertarse y saber que la pesadilla es real

La primavera había dejado de ser la alegría, un largo verano de San Juan; había dejado de ser, incluso, la melancolía, la nostalgia por la felicidad pasada, de la adolescencia, adolescencia que ni siquiera fue feliz, pero la nostalgia es nostalgia, y siempre habrá pasado mejor cuando ella se presente.

Es que llega un punto en el cual ni la sílfide que viaja en los colectivos puede recuperar la juventud que nos hemos quitado (intencionalmente) de encima. Ya no es Quiroga, sino Poe el que destila rojo. La sangre es definitiva; ahora, como la sangre de sir Simon, como el esmalte junto a la chimenea; ni el quitamanchas puede quitarla, pues no hay época para la muerte, ni para la sangre (o vida), ni para la sangre derramada (que puede ser muerte). Ya no hay Berta gritando “¡Bertita!”, pues ya no hay esperanza. Pues lo definitivo lo escupe un cuervo: “Nunca jamás”.

Victoria Accoramboni no puede evadir la pregunta. “Sí”, dirá, cuando el salvaje vuelva a preguntarle “¿Os toca mi puñal el corazón?” La sangre derramada puede ser muerte.

La primavera, como la Navidad, fue creada para llorar la muerte. La Navidad, creación del hombre, conmemora el nacimiento del rey sabio llorando la muerte de los familiares, de los amigos, de mi padre. La primavera, creación de los dioses (aquellos que no existen, aquellos a quienes Borges y yo dimos muerte luego de que el más feo de los hombres hiciera lo propio con el Dios de los cristianos), la primavera conmemora el nacimiento de las flores llorando la muerte de la juventud.

¡Nunca jamás! grita el cuervo, que se va lejos masticando nuestra vivacidad adolescente, nuestra juventud.


Augusto Gayubas.
Revista MERMELADA Nro. 0

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad que los felicito...siempre es bueno hacer realidad los proyectos...y además espero que siga creciendo tanto o mas como lo imaginan...

ABRAZO DE GOL!!!

El colo